Portada de Obra de Caravaggio de un hombre viejo cubierot por una manta roja escribiendo frente a un escritorio con libros voluminosos y un cráneo, en un fondo del espacio.
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Escritos personales

Montoya | 22 May 22

base de datos pendiente

Antes que nada, quisierar aclarar una cosa: Esta página no pretende ser enteramente un blog. He aquí una definición de blog según la Real Academia Española:

Sitio web que incluye, a modo de diario personal de su autor o autores, contenidos de su interés, actualizados con frecuencia y a menudo comentados por los lectores.

Una de las primordiales características del blog es la subjetividad por parte del autor/a que lo escribe; este sitio pretende publicar más a modo de ‘híbrido’, intercalando entre textos más parecidos a los de un blog, mientras que otros, dirigidos más al público general, van a ocuparse de mantener la mayor objetividad posibles y van a tomar un lenguaje y estructura más ‘académicos’. Considero necesario, pues, que coexistan estos dos para sacar la mejor síntesis de ambos y construir lo más cercano a la verdad. Esta ‘entrada’ (que la presentaré a modo de artículo, aunque es un texto de prueba) tiene más función de blog, como se puede apreciar. Y no sin razón, pues el tema a continuación tiene función pura de relleno a la página con fines de diseño.

Prólogo

Han pasado meses, pues casi un año, que había iniciado la jornada del conocimiento –casi al mismo tiempo que programé esta página, aunque apenas ahora finalizo su primera versión completamente--: me había iniciado en el hábito de la lectura y la escritura; uno persistió, pero el otro jamás pudo mantenerse como un hábito. Duró muy poco, pues. Sin embargo, estuve a lo largo del año tratando varios intentos de continuar ese hábito y, aunque lo niegue, ayudó bastante a la mejora no solo de mi léxico, sino de la capacidad de plasmar ideas en el papel –No niego la importancia de la lectura en esto, cabe aclarar—y esto se ve reflejado en, por ejemplo, la manera en la que estoy escribiendo este párrafo. Hace un año me hubiera parecido ajena la persona que hubiera escrito esto de esta manera. Esos inicios del año se veían reflejados en un texto antiguo que escribí en el apartado de Acerca de de esta página. No recuerdo con exactitud lo que decía, pero iba algo así:

"Lami es una Revista Digital fundada en 2022, con el fin de divulgar a sus lectores, eso es todo. Como la historia ha demostrado, las personas u organizaciones siempre tienen la tendencia a engrandecer su pasado. Esto quizá habría servido alguna vez como un instinto de supervivencia, pero ahora ya no es sirve (…)"

La idea de ‘engrandecer su pasado’ se me había venido a la cabeza cuando leía acerca del Imperio Romano y de como buena cantidad de obras de aquella época se basaban en retratar la historia del Imperio en el que habían nacido –no por nada la cantidad de historiadores en aquella época, a diferencia de la Edad Media, por ejemplo--. Sin embargo, no conozco de donde vino aquella ocurrencia de que todas las personas tenían la tendencia de engrandecer su pasado. En nuestros tiempos de capitalismo tardío que sostienen el mito de la meritocracia, es exactamente lo contrario. Es más buscado historias de personas en la cúspide de la pirámide social que empezaron desde lo más abajo, y que gracias a la mobilidad social lograron encumbrarse en lo más alto. Aquello de los romanos ocurría más bien por las tendencias aristocráticas que dominaron la mayor parte de la historia, pero tal cosa ya no es bien vista. Lo único rescatable de la antigua descripción de la página es que el pasado juega un papel importante en lo que a un sujeto o grupo se refiera. Es decir, que la Historia importa, pero lo que describí sobre engrandecer el pasado más tiene que ver con visiones de un determinado grupo.
Como se puede apreciar, hay una notable mejora en la composición de textos, y esto gracias a la práctica en lectura, escritura y el evitar ciertos errores, generalmente gramaticales, de estos que los vuelven tediosos para el lector.
Dicho esto, me parece oportuno empezar con uno de esos mini relatos de práctica con los que comenzé:

Cuando la educación no es liberadora, el sueño del oprimido es convertirse en el opresor.

Abandonado por su propia suerte

--Tu liderazgo en la empresa es apreciado, señor Francisco.
-No es una molestia, socio. Simplemente es un talento nato que fui formando con los años, y mucho aprendizaje, he de denotar —Dijo Francisco, tras terminar la jornada laboral de sus empleados. Ambos se fueron a converar en la cafetería Arremando Co. ubicada en el corazón de la ‘Nueva Iztapalapa’, lugar realzado por su firma de inversiones y tecnología Iztech, con sede en un rascacielos de proporciones enormes para la privilegiada ubicación que ellos mismos habían creado.

--Pero… –dijo desconcertado Francisco, mientras bebía un capuchino light de café de la sierra de Chiapas –¿firma de inversiones en Iztapalapa? ¿Rascacielos enorme en ese mar de concreto gris? Pero… pe-

Y en ese momento sonó furiosamente el despertador del teléfono de Francisco, ubicado arriba de un tapete de tela barata que, repitiendo una tonada de cumbia colombiana, marcaba el inicio de una nueva semana de tortuosa labor en el otro lado de la ciudad.

--¡Callate, pinche alarma! –Dijo con un tono furioso mientras refunfuñaba e iba tras el teléfono para desesperadamente apagar la alarma. Creo en muchos casos que no es necesario explicar el sueño, pero lo veo como una información adicional; básicamente, en Iztapalpa el Centro Financiero más grande es, quizá, la Central de Abastos y los rascacielos (o siquiera edificios) más grandes sean las instalaciones de algún Hospital Regional del IMSS o de algún edificio gubernamental de arquitectura brutalista setentera y un apagado color café o gris, de concreto rígido, bastante resistente y, muy probablemente, lleno de puestos ambulantes de tacos, tortas, gorditas o lo que se te venga a la mente en el exterior de este, donde diariamente pasan a comprar oficinistas de la instancia. Con las cafeterías igual: la más abundante de café o parecido a una cafetería fidedigna se encuentra en el interior de alguna fonda o en una concurrida cantina de noche, donde te sirven en algún plato hondo de plástico café de olla recién sacado del congelador y calentado a estufa de manera apresurada para poder atender a tiempo al resto de clientes, que esperan ansiosos su comida, y, en las noches, alcohol.

Aunque el día iba a ser mejor que el resto para Francisco, no importaba para este. Todas las mañanas siempre eran un infierno mental entre la apenas conciencia, la mezcla de emociones de frustración, odio y muy escasa serenidad que Francisco tenía que vivir diariamente. Sin embargo, esta vez (sin contar la parte de la alarma, por supuesto) las aspiraciones del hombre regocijaban en sus pensamientos mezclados de la emoción, la incertidumbre y la ansia de esperar ese día. Esta vez le tocaba su quincena –pero eso no era lo especial—, sino que, además de eso, iba a recibir su aguinaldo por las fiestas Decembrinas, cuyo dinero iba a utilizar para por fin comenzar uno de sus primeros exitosos proyectos personales, ya que iba a completar el monto necesario para comprar una camioneta y todos sus complementos adicionales necesarios para iniciar su negocio de venta de distintos platillos, que abarcaban desde lo más básico (tacos, claramente) hasta platillos más sofisticados como guisados y bistec. El negocio funcionaría desde la camioneta, donde se cocinarían todos los alimentos, además de pedirse las ordenes. El hombre, con más ganas que días previos, fue a ponerse de su closet las prendas más formales para la ocasión que poseía: Una camisa blanca a medio planchar de botón con cuello de tortuga, un saco gris oscuro algo viejo, un pantalón de vestir que consiguió en el tianguis de Acukpuyar, y fragancia de perfume económico con un bolígrafo colgando de uno de los bolsillos de su camisa (que consiguió a 50 pesos en el mismo tianguis, cabe mencionar.
Se peinó, tomó su mochila y se largo de su departamento que estaba rentando. Su siguiente parada era la del metro, por la estación Bolevar, que se encontraba a unos 5km de donde se encontraba.

--Ahora sí voy a poderme tomar estos lujos –dijo en voz baja mientras pedía un Uber desde su teléfono para que lo llevara a la estación. El vehículo llegó en no menos de 5 minutos, afuera de una gasolinera PEMEX para recogerlo.

--Buenas tardes, señor –Dijo como pasajero al aparente conductor: una persona jóven, de tez moerna y bastante callado.

--Lleveme usted a la estación Bolevares, en la colonia 5 de Mayo.

--Ya lo especificó usted en la aplicación, señor –dijo el conductor.

--Ah, es cierto, disculpe.

Eso le incomodó a Francisco. Ocurrió mientras se acomodaba en su asiento, y al hacerlo, se quedó callado.

--¡Chinga! cierto que esto no es como el taxi. Pero bueno, ya estoy aquí –Penso Francisco.

El resto del viaje permaneció callado por las dos partes, mientras conducían por la gigantesca metrópoli llena de casas en obra negra y puestos ambulantes. Cada que pasaban por un negocio medianamente grande, Francisco pensaba: ‘Algún día yo voy a estar ahí, y voy a dejar este pinche trabajo ojete de mesero donde gano el salario mínimo y me haré hasta más grande que ese restaurante.’. A este hombre le encantaba todo lo relacionado con el ‘estatus’ aunque no pudiera costearse ningún objeto que lo mostrara, y le encantaba idolatrar a gente rica, defendiendola por redes sociales. No por nada había tenido tal sueño en primer lugar.

Y para completar el relleno de la página, dejo el fragmento del relato –bastante más largo de lo que recordaba—incompleto. Escribo este texto durante la noche, y me parece oportuno dejar la prueba hasta aquí. Si te parece, puedes dejar la página en favoritos y esperar a que desarrolle mejor el sitio y añadirle funciones adicionales, como mandar contenido por correo.